En los años 60 del pasado siglo el Mar de Aral era uno de los cuatro lagos más grandes del mundo, con una superficie de 68.000 kilómetros cuadrados. En la actualidad, el Mar de Aral se ha reducido a menos del 10% de su tamaño original. Tras los trasvases de agua realizados por la Unión Soviética de los ríos Amu Daria y Sir Daria que en él confluyen, el lago se redujo de manera drástica. Se pretendía desviar agua para regar cultivos, principalmente de algodón, en Uzbekistán y Kazajistán. Además, como resultado de proyectos industriales y vertidos de residuos de fertilizantes durante todo el siglo XX, el Mar tiene un alto índice de contaminación.
Mar de Aral en 1960 y en 2006
Con el lago Chad, en el centro de África, ha ocurrido algo parecido. La causa principal de la drástica disminución del agua es la captación de aguas para irrigación de cultivos, aunque el proceso de desertificación también ha influido. De 26.000 kilómetros cuadrados ha pasado a 900. La reducción del lago ha tenido efectos devastadores en Nigeria y la aparición de conflictos entre los países ribereños del lago: Chad, Níger, Nigeria y Camerún.
Evolución de la superficie del lago Chad
En Doñana se está produciendo una catástrofe similar. La última laguna de agua dulce de Doñana se ha secado. De un total de 3.000 registradas se ha perdido por completo el 60%, cubierto por vegetación terrestre. Hay animales que mueren al no encontrar dónde beber.
Además de la falta de lluvia y de algún incendio devastador como el ocurrido en 2017, la extracción de agua para uso agrícola y humano es una causa directa del estado actual: hay más de 3.000 hectáreas de cultivos ilegales y más de 1.000 pozos también ilegales, que están llevando al acuífero a una situación crítica. Con este escenario, el Parlamento andaluz ha aprobado la toma en consideración de la ley de regadíos de Doñana. Pan para hoy y hambre para mañana. La catástrofe está servida.
Los problemas del agua en el mundo son los que producen, en su mayor parte, las inmigraciones, los desplazamientos humanos. Esperemos que los habitantes del entorno de Doñana no se vean obligados hasta ese extremo.
Ya sabemos la decisión del Tribunal Constitucional. Cualquier decisión era mala, pero la elegida ha sido la peor. Pedro Pacheco dijo que la justicia es un cachondeo y esa frase a punto estuvo de costarle la cárcel. No quiero arriesgarme a decir esa frase ni a darle la razón al Sr. Pacheco, no vaya a ser que lo de la libertad de expresión valga para unos y para otros no. O sea, que dos jueces cuyo mandato está caducado en el TC, más otros que se niegan a dejar sus puestos en el CGPJ traen por la calle de la amargura a determinados partidos políticos. A otros no, ya que les interesa mantenerlos donde están porque los han nombrado ellos. ¿Dónde queda la independencia judicial, si siempre votan en bloque jueces progresistas por un lado y conservadores por otro?
Y digo yo y me pregunto: si uno de los tres poderes del Estado, el judicial, los jueces, los tribunales, no se atienen a las reglas y se atrinchera en sus puestos sin abandonarlos, ¿por qué otro de los poderes, el ejecutivo o el legislativo no puede hacer lo mismo? Imaginemos a Pedro Sánchez diciendo un día de estos: no voy a convocar elecciones cuando toca, el año que viene, porque no me ha dado tiempo a desarrollar todo mi programa electoral, así que me quedo en la Moncloa un par de años más y ya, si eso, habrá elecciones en 2025. O imaginemos también a la presidenta del Congreso Meritxel Batet negándose a abandonar su puesto cuando se celebren las elecciones. Seguro que el Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional tomarían cartas en el asunto. Pero, ¿quién obliga o somete a esos dos organismos? El pueblo, ¿qué pinta el pueblo en todo esto y cómo se puede «desfacer este entuerto»? Veamos lo que dice nuestra Constitución
Artículo 1
España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
Artículo 9
Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico.
Artículo 66
Las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado.
Las Cortes Generales ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuya la Constitución.
Las Cortes Generales son inviolables.
Artículo 159
El Tribunal Constitucional se compone de 12 miembros nombrados por el Rey; de ellos, cuatro a propuesta del Congreso por mayoría de tres quintos de sus miembros; cuatro a propuesta del Senado, con idéntica mayoría; dos a propuesta del Gobierno, y dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial.
Los miembros del Tribunal Constitucional deberán ser nombrados entre Magistrados y Fiscales, Profesores de Universidad, funcionarios públicos y Abogados, todos ellos juristas de reconocida competencia con más de quince años de ejercicio profesional.
Los miembros del Tribunal Constitucional serán designados por un período de nueve años y se renovarán por terceras partes cada tres.
Después de esto, ya no entiendo nada. Si los nombramientos son por un período determinado, ese período ya ha pasado y los miembros del TC se niegan a abandonar sus puestos, ¿qué pasa ahora? Me lo expliquen.
Hoy, cientos de millones de personas seguirán la final de la copa del mundo de fútbol que se celebrará en Lusail, una ciudad cercana a la capital de Catar, Doha. Durante casi un mes, miles de millones de aficionados se han olvidado de que 11 de las 22 personas que decidieron el voto para que este país fuera la sede del mundial fueron compradas, que es un país en el que no se respetan los derechos humanos, que han muerto miles de trabajadores construyendo estadios e infraestructuras, que se impide la libertad de expresión, que se persigue al inmigrante…
Pero el fútbol tiene que ser una droga muy poderosa que paraliza, atonta, subyuga, adormece, manipula, hace olvidar problemas. Negamos la realidad, lo que ocurre ante nuestros ojos, las atrocidades que se permiten, se toleran e, incluso, se fomentan. Porque no cabe duda de que todos saben lo que ocurre allí y no dudamos en pagar por ver los partidos, los mandatarios del fútbol justifican con palabras huecas y mentirosas la idoneidad de la celebración en Catar del mundial, que si gracias a eso el país se va a abrir, se van a mejorar los derechos ciudadanos. Todo mentira. El dinero de los cataríes ha comprado voluntades y cerrado bocas.
Mientras tanto, Amir Nazr-Azadani, un futbolista iraní de 26 años, que fue condenado a muerte por participar en las protestas contra el régimen, no escucha por parte de los dirigentes del fútbol ni una palabra de condena de su sentencia. Según las teorías de Infantino, presidente de la Fifa o de Rubiales, presidente del federación española de fútbol, hay que respetar las costumbres y leyes de esos países, por eso no se permitieron brazaletes, banderas u otros símbolos de apoyo a las mujeres y colectivos LGTB en Catar. Y habrá que respetar también, claro, la decisión de colgar al futbolista iraní, no faltaba más. Según parece, el fútbol está por encima de todo eso y no está para resolver los problemas. Y todos se van a quedar de brazos cruzados.
Pues lo siento, me niego a participar en esa farsa. Así que no he visto ni un solo partido del mundial ni tampoco veré la final. Dirán que eso no sirve para nada, que es un gesto infantil e inútil, que así no se consigue nada. Puede ser, pero por lo menos mi conciencia se queda tranquila, que es lo que más me interesa. Cuando mañana o cualquier otro día veamos la terrorífica imagen del futbolista colgado de una grúa y las noticias sigan mostrando las atrocidades de esos y otros países, se alzarán las hipócritas voces de los dirigentes que hasta ahora han permanecido callados o han mirado hacia otro lado. El mundo seguirá girando y dentro de unos años se habrá olvidado todo. Qué pena.
Vaya por delante que yo no soy jurista y que no se me ocurriría entrar en una discusión con un experto en la materia. Como mucho, me leí en su momento la Constitución de 1978 y algunas leyes educativas, pero confieso mi ignorancia en el articulado del código civil y penal. Sé lo que es un delito y lo que no lo es aplicando, sobre todo, el sentido común porque entiendo que la Ley, con mayúsculas, debe aplicar dicho sentido. El problema es que los mortales de a pie a veces nos quedamos a cuadros cuando comprobamos que lo que parece ser un mismo hecho, un mismo delito es juzgado y sentenciado de forma distinta por diferentes jueces.
Todavía recuerdo con estupor cuando uno de los jueces que juzgó el denominado «juicio a la Manada» sólo vio sexo en un ambiente de jolgorio y a la joven en actitud relajada, por lo que pidió la absolución. Reconozco mi pasmo y mi asombro. No hace mucho se emitió sentencia en el juicio de los ERE en Andalucía. De los cinco jueces, tres condenaron a Griñán y a otros cuatro altos cargos de la Junta de Andalucía por malversación y las otras dos magistradas ven esas condenas basadas en meras especulaciones. Se acusa a Griñan de pasividad (no sé entonces cómo a Rajoy o a Esperanza Aguirre no se les acusa de lo mismo en el caso de la financiación ilegal del PP, por ejemplo). Ganó la condena a Griñán por 3 a 2. Pero así es la Justicia y creo que hay que acatarla, intentando, lógicamente, apurar todas las opciones de apelación que hay en un régimen judicial tan garantista como el español. Podría extenderme más en esto, pero lo que pretendía con esta introducción era plantear lo que está ocurriendo con la «Ley del solo sí es sí»
La ley del solo sí es sí (Ley de Garantía de la Libertad Sexual) se aprobó el pasado agosto en medio de un ambiente general de satisfacción por recoger varias reivindicaciones feministas importantes, con el objetivo de definir con precisión el consentimiento (libre, voluntario y claro) y reordenar las penas que, según muchos expertos, a veces caían en el absurdo. También se hace hincapié en los asesinatos por violencia sexual, el delito por acoso callejero, educación sexual obligatoria para los agresores, educación sexual en todas las etapas educativas, etc. Una ley ambiciosa y necesaria pero que, al parecer, ha dejado varios cabos sueltos. Al rebajar las penas mínimas algunos jueces han interpretado que debían bajar a su vez la condena a agresores a los que correspondía una pena mínima y varios han salido en libertad. Uno de los jueces que suele participar en programas de televisión dando su opinión sobre temas jurídicos, el magistrado Ignacio González Vega, de la progresista asociación Jueces y Juezas para la Democracia, con formación jurídica de más de treinta años, ha insistido en que él sólo ha aplicado la ley al rebajar la pena a un reo. En su caso, fue condenado a seis años, la pena mínima, que ahora se le ha recortado a cuatro. Otros jueces, sin embargo, no ven razón alguna para revisar las condenas. O sea, que la Ley es la misma pero no todos la interpretan igual. Eso ha ocurrido siempre, pero ahora nos rasgamos las vestiduras porque incide en un tema en el que gran parte de la sociedad se ha concienciado y que, a la vista de las discrepancias, causa un profundo malestar e incluso alarma social. Nadie puede entender que esta ley sea más benévola con delitos que son repudiados por su cobardía y vileza.
Pero estas discrepancias no solo se producen entre los jueces, entre expertos en jurisprudencia, sino también entre movimientos feministas (con esta ley, con la ley trans, con la ley para abolir la prostitución…) y entre políticos del mismo signo. Es normal que PP, Vox y Ciudadanos rechacen esta Ley, no faltaba más y no esperaba menos, viendo sus trayectorias. Pero que también haya discrepancias en el PSOE y entre los partidos que están a la izquierda de los socialistas, clama al cielo. Dentro del gobierno hay discrepancias (hasta cierto punto lógicas en un gobierno de coalición), pero es que dentro de Unidas Podemos, el desencuentro alcanza niveles que rayan en lo esperpéntico. El colmo, las declaraciones vía Twitter de Pablo Iglesias contra Yolanda Díaz. Como la vicepresidenta no había defendido con rapidez a su compañera Irene Montero frente a los virulentos ataques de la derecha, a Pablo Iglesias no se le ocurre otra cosa decir que «ponerse de perfil» cuando se «machaca a una compañera», en referencia a la ministra de Igualdad Irene Montero, «no solo es miserable y cobarde, sino políticamente estúpido». Vale, ya tenemos el lío montado en Unidas Podemos, aunque la cosa venía de lejos con el movimiento Sumar auspiciado por Yolanda Díaz, que no le gusta nada a Iglesias. Pero es que Irene Montero tampoco ayuda mucho con declaraciones en las que acusa de machismo a los jueces, declaraciones que no han gustado ni a jueces conservadores ni a progresistas.
Total, que tenemos a los tres poderes del Estado hechos unos zorros y peleando entre ellos: el ejecutivo (o parte del ejecutivo) ataca al poder judicial, los jueces (o parte de ellos) atacan al ejecutivo, parte de los jueces también atacan al legislativo por su poca efectividad a la hora de redactar leyes, parte del legislativo ataca a la judicatura… y la casa, o sea nuestro país, sin barrer.
Aprovecho para hablar también un poco de la necesidad de que la izquierda no vuelva a cometer los mismos errores que comete siempre, porque aquellos que nos sentimos de izquierda y votamos a partidos de izquierda, parece que estamos huérfanos y desorientados. PSOE, Unidas Podemos, Más País, el proyecto Sumar de Yolanda Díaz (que todavía no está definido y no sé si se escindirá de Unidas Podemos, si Izquierda Unida se sumará, si Alberto Garzón se acercará a Yolanda Díaz y se alejará de Pablo Iglesias…), Adelante Andalucía, las Mareas o el Bloque en Andalucía y Galicia… Hasta el momento, la coalición del gobierno (PSOE – Unidas Podemos) está funcionando relativamente bien, con grandes logros, a pesar de lo que digan los partidos de derecha y los medios que los apoyan, pero se están viendo ya demasiadas brechas y luchas que no presagian nada bueno para las próximas elecciones. Mientras tanto, cruzaremos los dedos y elevaremos plegarias a Santo Tomás Moro, patrón de los políticos, para que les muestre el camino de la verdad y les enseñe que la política es el ejercicio de virtudes al servicio de las personas. Difícil lo tiene.
Aquellos que tienen la (buena) costumbre de leer mi blog y me siguen en Facebook saben que he escrito un libro titulado La vida es un cuento cuya presentación estaba prevista para el 20 de abril de este año. Era una fecha muy buena y bien escogida por la Editorial, entre la Semana Santa y la Feria de Sevilla. La gente estaría en un período de tranquilidad, descansando de las caminatas por la ciudad para ver las imágenes o recuperando fuerzas de los viajes durante ese período de vacaciones. A la Feria todavía le quedaban diez días y aunque muchas personas estarían ya adornando las casetas, siempre podrían dedicarle un poco de su tiempo a acompañarme en este magno acontecimiento. Iba a poner magno entre paréntesis o entre comillas, para ironizar, pero no, para mí, tenéis que reconocerlo, era uno de los actos más importantes en mi vida como jubilado. No llegaría, quizás, a ser «la más alta ocasión que vieron los siglos» (para los de la ESO, la LOMCE y las últimas leyes educativas, que ya ni me acuerdo cuántas van, frase de Miguel de Cervantes para calificar la batalla naval de Lepanto donde él participó y en donde, debido a un disparo, se le quedó inutilizada la mano izquierda, de ahí su apodo de «el manco de Lepanto», aunque en realidad no llegó a perder dicha mano), pero para mí sí es una ocasión destacada e importante.
Pero lo que son las cosas, dos años con mascarilla, con tres vacunas, eliminando las salidas y los viajes que no fueran indispensables, reduciendo hasta la mínima expresión los contactos con familiares y amigos, evitando entrar en lugares cerrados o las multitudes…, pero nada, el día 16 de abril empezamos con síntomas, el 17 el test dio positivo y puestos en contacto con la editorial para comunicárselo, se decidió anular la presentación y posponerla para otra fecha. Primer contratiempo.
Después de diversas vicisitudes y de intentar cuadrar los días libres de la editorial, los míos (que yo también tengo muchos compromisos, sobre todo revisiones médicas, que ya voy teniendo una edad y achaques que van apareciendo sin saber cómo) y los de los lugares donde realizar la presentación, decidimos de común acuerdo que la fecha sería la del 18 de mayo, a las 19,30 horas. Tampoco era mala fecha, los sevillanos ya descansados y recuperados de los excesos feriantes, el Rocío quedaba un poco lejos, las vacaciones de verano también, era un miércoles, es decir un día que ni fu ni fa por eso de que los lunes el personal está enfadado por tener que empezar a trabajar o tiene resaca del fin de semana y tampoco es jueves o fin de semana, que las personas ya sólo piensan en divertirse y la presentación de un libro pues no es un acontecimiento que atraiga demasiado. Sobre todo si el escritor no es conocido ni es una promesa o una figura emergente de las letras castellanas y yo no lo soy, por supuesto.
Pero tenía que haber una mano negra que quería boicotear, obstaculizar o impedir la presentación de mi libro. La envidia es muy mala y seguro que algún famoso escritor, conociendo por el boca a boca y las redes sociales que lo que yo había escrito era muy bueno y no quería competencia, empezó a mover los hilos para impedir el acto. O eso o es que realmente una mano negra estaba detrás.
(NOTA DEL AUTOR: La Mano Negra, Mano Nera en italiano, fue una banda criminal italiana e italoestadounidense especializada en extorsión, que actuó en Italia y Estados Unidos a finales del XIX y principios del XX. Las tácticas típicas de la Mano Negra implicaban enviar una carta a una víctima firmada con una mano abierta manchada de tinta negra o sangre, que amenazaba con daños corporales, secuestro, incendio premeditado o asesinato. En Andalucía parece que también se organizó una Mano Negra, de origen anarquista, que actuó alrededor de 1880, en el contexto de un clima de aguda lucha de clases en el campo andaluz. En castellano es un término usado para expresar las aviesas intenciones, los manejos turbios en la sombra que pretenden conseguir unos fines de forma ilícita pero discreta).
Así que no tengo ninguna duda de que detrás de los intentos de dificultar la presentación había una Mano Negra. Y a los hechos me remito.
Mi contagio de covid fue provocado por alguien cercano a mí que, de manera subrepticia e inmisericorde, aprovechó un descuido para inocularme el virus e impedir la presentación el 20 de abril.
Alguien convenció o compró a la UEFA, sobre todo a su presidente Aleksander Čeferin, para ubicar en Sevilla el mismo día y casi a la misma hora la final de la Europa Ligue entre un equipo escocés y uno alemán. Mirad que había días y ciudades para celebrar esa final, pero no, tenía que ser en Sevilla el 18 de mayo, a las 21 horas. Por más intensas que fueron nuestras gestiones ante ese organismo, hablando directamente con el señor Čeferin, todo fue infructuoso. Sobre todo porque yo sólo hablo castellano y él sólo habla esloveno y muy poquito inglés, y por teléfono, sin poder comunicarnos por señas, aquello fue un diálogo de sordos y a gritos. No hubo manera de cambiar la fecha ni el lugar de la final. Así que una horda de miles, qué digo miles, cientos de miles, de alemanes y escoceses se presentaron en Sevilla, acabaron con las reservas de alcohol de la ciudad y alrededores y se reunieron (los escoceses) en la Alameda, justo al lado de donde se celebraba la presentación. Así era casi imposible llegar.
Una ola de calor. Nadie será capaz de convencerme de que esta ola de calor a mediados de mayo es normal. Ni cambio climático ni leches. Han comprado a los de la AEMET para que el 18 las temperaturas batieran todos los récords. Cerca de 40 grados a la sombra, un sinvivir. ¿Cómo salir a la calle sin tener una buena excusa? Y, encima, yo con la ropa de invierno todavía en los altillos, menos mal que alguna camisa y algún pantalón veraniego tenía en el armario.
El Día Internacional de los Museos, también se celebró el mismo día 18 de mayo. 365 días tiene el año, por lo que, estadísticamente era muy difícil que coincidiera con la presentación. Pues sí, al ministro de cultura, señor Iceta, también se le ocurrió poner este día para abrir los museos y entrar en ellos de manera gratuita, por lo que mucha gente, como es lógico, prefirió entrar en el Museo de Bellas Artes o en cualquier otro museo sevillano, que en el Bar Mutante a escuchar a Xosé Manoel Castro. Intenté contactar con el ministro pero su secretario me dijo que estaba ensayando el baile de SloMo, de Chanel, porque quería dar una sorpresa a sus compañeros en el próximo Consejo de ministros. Así no hay manera de convencer a nadie, pensé yo.
Un ataque de alergia como hacía años que no tenía. Tos, estornudos, ahogos, picor de ojos, ronquera… Creo que, viendo que tenía una gran determinación y no iba a suspender mi actuación, el ministro de Agricultura, el señor Planas, también convocó un gabinete de urgencia para incrementar de manera exponencial el polen circulante en la atmósfera sevillana: los niveles de pólenes de gramíneas, olivo, malezas, plátanos de sombra…, todos a los que yo soy alérgico, alcanzaron niveles nunca vistos. Casi tengo que salir de casa con una escafandra de buzo.
Lo último, lo que casi colmó el vaso de la indignidad y de la desvergüenza de quien sea que fuese el que estaba detrás de este complot y que a punto estuvo de conseguir su propósito, fue la aplicación para reservar el taxi que nos iba a llevar al lugar de la charla. El día anterior se reservó y a la hora convenida, las 18,30, o sea, una hora antes del comienzo, estaba previsto que nos recogiera un taxi frente a nuestra casa. Bajamos al portal, esperamos, mis hijos, mi mujer y yo, a que llegara el vehículo, pasaban los minutos y nada, ni un mensaje ni un taxi a la vista. Cuando estábamos a punto de llamar al aeropuerto para contratar los servicios de un helicóptero, vemos llegar en lontananza un taxi con la lucecita verde encendida. Haciéndole señas, nuestro benefactor se detuvo y dos grandes lágrimas de alegría y agradecimiento resbalaron por mis mejillas. Los cuatro nos abrazamos alborozados (Santiago con cierta dificultad porque sostenía la caja con los libros) y no besamos y abrazamos al taxista porque nos dio un poco de corte.
Parecía que todo se había solucionado, pero todavía quedaban algunas dificultades: las obras cercanas a donde yo vivo, que tienen cortadas varias calles y avenidas, el intenso tráfico y las hordas de escoceses y alemanes, borrachos como cubas, que aparecían donde menos lo esperabas e intentaban asaltar cualquier vehículo, ocupado o no. A mitad de la calle Torneo decidimos bajarnos del taxi y hacer el último tramo andando. Cuando desembocamos en la calle Calatrava, miles de escoceses, con camisetas azules o sin camisetas, pero con botellas y vasos de cerveza en la mano, cantando, colorados como pimientos morrones y andando a duras penas debido al nivel de alcohol en sangre, apenas nos dejaban pasar. Menos mal que pudimos llegar sanos y salvos a nuestro destino, el Bar Mutante de la calle Fresa.
Poco a poco fueron llegando compañeros y amigos, que con grave riesgo de su integridad y salvando múltiples obstáculos y dificultades, pudieron acompañarme. Muchos otros me llamaron o me enviaron mensajes disculpando su ausencia debido a todo lo que acabo de explicar. Claro que los disculpo y los entiendo, si yo casi no soy capaz de llegar ni de intervenir.
Pero al final, creo que todo salió muy bien. Unas veinte o veintidós personas en un pequeño espacio, un bar con una decoración original y que merece la pena visitar, unos amigos que me hicieron sentir muy cómodo y nada nervioso y una presentación que intenté que fuera amena y corta, explicando el contenido del libro, los relatos que lo forman, cómo surgió el título y cómo mi sueño de publicar se hizo realidad. Al final hubo un interesante turno de preguntas que intenté responder lo mejor posible y la dedicatoria de libros. Una velada inolvidable para mí.
Nunca estaré lo suficientemente agradecido a los que asistieron pese a las dificultades. Y también a los que quisieron asistir pero no pudieron. Ahora, lo importante es que disfruten con la lectura. Como dije al final, citando a Javier Cercas, yo ya he puesto la mitad del libro, ahora los que lo lean, tienen que poner la otra mitad.
Todos los focos están apuntando en este momento a la guerra de Ucrania, aunque, según Putin, Rusia no está en guerra ni ha declarado guerra alguna, ni está invadiendo Ucrania. Putin describe la intervención en Ucrania como una «operación militar especial» que tiene como objetivo «desmilitarizar» y «desnazificar» a Ucrania, así como garantizar la seguridad rusa frente a la ampliación de la OTAN. Mientras tanto, dos millones setecientos mil ucranianos, a día de hoy y subiendo la cifra, han huido del país refugiándose en Polonia, Rumanía o Moldavia, entre otras naciones. La solidaridad europea acogiendo, sobre todo, a mujeres, niños y personas mayores, es loable, aunque en otras ocasiones no lo ha sido tanto, como veremos.
Como suele ocurrir en estos casos estamos aprendiendo la geografía y la historia de un país asolado por la guerra. Aparte de su capital, Kiev, de Chernóbil por el desastre nuclear o de Odesa, la mayor parte apenas habíamos oído hablar de Járkov, de Jerson o de Mariúpol. Después de haber asistido a las explicaciones detalladas en la televisiones de los ataques rusos y de la valiente y esforzada defensa de los ucranianos, somos capaces de ubicar casi sin esfuerzo ni titubeos la situación de esas ciudades y de otras como Leópolis, Dónetsk, Jersón o Zaporiyia. El nacimiento de Ucrania, las causas de la guerra, la anexión de Crimea a Rusia o los intentos de independencia del Donbás salen continuamente en los medios de comunicación, apoyados por los análisis de militares, politólogos, historiadores, economistas y esos tertulianos que son capaces de opinar sobre pandemias, volcanes, guerras o cualquier tema que se ponga a tiro.
La guerra de Ucrania se libra, además de en los frentes de batalla y en las ciudades que son asoladas de manera inmisericorde, en los frentes de la propaganda, de la economía y de la política. Aunque hay decenas de periodistas informando sobre el terreno, la visión sesgada es inevitable. Los buenos siempre están de nuestro lado y los malos siempre están enfrente. Las televisiones muestran las penurias de la gente sin agua, sin comida, los muertos en las calles, los edificios destrozados, los bombardeos, los tanques. En Rusia, Putin es un héroe que quiere reponer la dignidad y el peso específico perdidos con la desmembración de la URSS y conseguir que la OTAN se mantenga lejos de sus fronteras; en Europa y en la mayor parte de las democracias occidentales el héroe es Zelensky, el presidente de Ucrania, que con sus mensajes, sus vídeos desde las calles de Kiev y su apelación a la ayuda de occidente pretende mantener la moral de sus conciudadanos, a pesar del enorme desequilibrio de fuerzas. En medio, miles de muertos, millones de desplazados, ciudades devastadas. Se pretende aislar a Rusia imponiendo sanciones económicas y prohibiendo que sus oligarcas, de los que se dice que son los que mantienen a Putin en el poder, puedan beneficiarse de las libertades de las que disponen a lo largo y ancho del mundo. El deporte y la cultura también se están viendo afectados por esta guerra. Cientos de empresas han salido de Rusia y los paquetes con las sanciones se van ampliando casi diariamente. Seguramente en Rusia irán sintiendo cada vez más el peso de estas medidas, que también nos afectan a nosotros; la subida de los carburantes, de la electricidad o el desabastecimiento de varios productos son algunas de esas consecuencias, que viendo lo que les ocurre a los ucranianos no parecen gran cosa.
Cuando en los años 90 en Europa —también en Europa, vaya por Dios— se desarrolló la guerra de los Balcanes, donde las atrocidades sobre la población fueron quizás mucho peores que las que ahora se están produciendo, no se produjo un movimiento solidario tan grande como el que ahora estamos viendo. Después de la desmembración de la URSS, las ansias de independencia en las antiguas repúblicas yugoslavas provocaron que primero se independizara Eslovenia sin apenas conflicto, pero después comenzó la auténtica guerra entre Serbia y Croacia y más tarde Bosnia. La complejidad de los conflictos, étnicos, religiosos y territoriales, devino en matanzas como la de Srebenica, las violaciones masivas de mujeres, los asedios de Vukovar, Sarajevo o Mostar, el bombardeo sobre Dubrovnik. Nosotros veíamos la guerra desde nuestros sillones, pero como aquello estaba lejos, apenas echábamos cuenta. Hoy, cuando viajamos a Serbia o a Croacia, nos enseñan algunos ejemplos de lo que fue esa guerra: los tejados destrozados de Dubrovnik, los agujeros de balas en casas y en algún museo…, así que no sería extraño que dentro de unos años el morbo nos lleve a viajar a Ucrania, un país que nos mostrará los destrozos que provocó esta guerra-invasión-desmilitarización-desnazificación-operaciónmilitarespecial y nos conmoveremos y lamentaremos sobre lo que allí ocurrió y pudimos contemplar, también, en nuestros televisores.
Lo que ocurre es que esta sealoqueseaosellame no nos deja ver o nos ha hecho olvidar o dejar a un lado las otras guerras que, sí, también, por desgracia, están asolando otras zonas del mundo, que están empobreciendo naciones, provocando miles de muertos, millones de refugiados y desplazados y que no me resisto a enumerar:
Guerra civil yemení, que comenzó en 2015 con la intervención de Arabia Saudí. Más de 60.000 víctimas.
Intervención militar en Tigray. Conflicto entre Etiopía y Sudán. Más de 40.000 víctimas.
Conflicto entre Israel y Palestina, que parece no tener fin.
Frentes yihadistas en Mali, zonas del Sahel, Níger, Burkina Fasso, Mozambique o el Congo
Y tampoco podemos olvidarnos de Birmania y la persecución contra los Rohinya, el conflicto de Panshir en Afganistán, la guerra civil siria, con más de medio millón de víctimas… Según muchas fuentes, en la actualidad hay 65 conflictos en todo el mundo. Miles de muertos, millones de desplazados, economías devastadas. A todo ello hay que sumar la guerra que la humanidad está librando contra el planeta, agotando sus recursos y destrozando la naturaleza. Supongo que lo llevaremos en nuestros genes, que desde que somos humanos nuestro destino es destruir, acabar con todo aquello que nos estorba en nuestros planes, sean estos el enriquecernos, alcanzar el poder, ampliar las fronteras, imponer nuestra religión o nuestra cultura, acabar con el diferente porque lo sentimos como una amenaza. Cada vez me cuesta más trabajo creer que el hombre es bueno por naturaleza, porque tampoco hay que olvidar que nuestra solidaridad se dirige, sobre todo, a aquellos que se parecen mucho a nosotros, aquellos que son «blancos y de ojos azules», como ha dicho alguien, que no vienen en pateras, como si los «otros» no sufrieran tanto o más que los ucranianos. «No a la guerra en cualquier parte del mundo» y «sí a la solidaridad con cualquiera persona que sufra y venga de donde venga».
Manhattan, esa extraordinaria película de Woody Allen que habré visto unas dos o tres mil veces, más o menos, finaliza con una frase de Mariel Hemingway, cuando se despide de Allen camino de Londres y éste intenta detenerla temiendo que pierda su inocencia, su mejor cualidad: «No todo el mundo se corrompe. Tienes que tener un poco de fe en la gente». He ahí una hermosa frase para la esperanza, para el optimismo. En días tan aciagos, conviene acudir a libros, películas y ejemplos que nos reconcilien con nuestros congéneres.
Lo malo es que hay demasiados ejemplos, sobre todo en política, que parecen contradecir esa frase. El «tamayazo», la fallida moción de censura en Murcia y el último y vergonzoso suceso acaecido en el Congreso de los Diputados, con la casi segura compra de los dos diputados de UPN por… no es preciso, creo, decir nombres, producen un profundo sentimiento de vergüenza y de rabia. Siempre he creído en la honradez de la mayor parte de nuestros representantes políticos, con algunas excepciones que, por desgracia, se van ampliando con rapidez. Pero esa creencia y esa confianza se van deteriorando por momentos y cada vez más.
Espero que se desenmascare y salga a la luz pública, con pruebas fehacientes, lo ocurrido el pasado jueves día 3. Aunque me temo, como ya ha ocurrido con anterioridad que, a pesar de todo, los responsables se hagan los locos, lo nieguen y que el partido los apoye. Y el distanciamiento de los ciudadanos de sus representantes políticos se hará cada vez mayor.
¿Debemos perder la esperanza? ¿Hay alguien que nos la pueda devolver intacta? Menos mal que siempre nos quedará Nadal y su ejemplo.
Hoy, 27 de noviembre de 2021, falleció Almudena Grandes en Madrid, ciudad en la que nació, que ella amaba tanto y sobre la que tanto escribió. Leí el primer libro de Almudena Grandes, Las edades de Lulú, hace muchos años, concretamente en 1989, cuando ganó el concurso erótico literario La sonrisa vertical. En su momento causó bastante revuelo, sobre todo por el tema, la iniciación de una adolescente en el mundo del sexo en el Madrid desenfrenado de los años 80, y por el lenguaje, explícito, sin sinónimos, retruécanos, metáforas ni ningún lenguaje figurado. Este año 2021 se cumplieron cien años del nacimiento de Luis García Berlanga, que presidió el jurado del Premio La sonrisa vertical desde su primera convocatoria en 1979, así que en 2021 se cierra el círculo, el nacimiento de un genio del cine, un enorme artista, y la muerte de otra gran artista, Almudena, que hizo honor a su apellido. Parece mentira que en solo treinta y dos años, desde que publicó esa primera novela, haya sido capaz de forjar y crear un mundo literario tan rico y tan extenso.
Admiradora de Benito Pérez Galdós, Almudena Grandes quiso escribir, según sus propias palabras, algo semejante a los Episodios Nacionales. Para ello comenzó una obra casi enciclopédica que recorre y explica la España de la Guerra Civil y de la posguerra. Con una intensa y profunda investigación, que la llevó a recorrer gran parte del país, entrevistarse con decenas de personas y leer cientos de libros, revistas y periódicos, consiguió con Los Episodios de una guerra interminable, sacar a la luz muchos acontecimientos que se habían olvidado y perdido. Reconozco que apenas había oído hablar del intento de invasión desde el norte de España por parte de antiguos combatientes republicanos, ni cómo se realizó la construcción en el valle de Cuelgamuros de la basílica y la enorme cruz del que se conoce actualmente como Valle de los Caídos. Inés y la alegría, Los pacientes del doctor García, Las tres bodas de Manolita, El lector de Julio Verne o La madre de Frankenstein son lecturas que me han acompañado estos últimos años y esperaba con expectación la que creo que iba a ser la última obra de esta serie de seis libros, Mariano en el Bidasoa, una obra inédita que no sé si habrá podido terminar de escribir.
He visto muchas veces en Rota, donde veraneo hace muchos años, a Almudena, a su pareja Luis García Montero, a Benjamín Prado, a Felipe Benítez Reyes o a Joaquín Sabina. He asistido a presentaciones de sus libros en uno de sus bares favoritos, La calabaza mecánica, he sido espectador y escuchante de lecturas de poemas en un acontecimiento que esperaba con mucha ilusión en Rota, La Noche de la Literatura en la calle, de la que se llevan ya doce ediciones. Almudena no podrá asistir a la décimo tercera y ya no será lo mismo Rota sin su presencia paseando por la playa de Punta Candor o por las calles siempre sonriente y deteniéndose cuando la gente se paraba a saludarla o comprando en el mercadillo de los miércoles. Grandes es su apellido, grande era su presencia y grande será su ausencia.
Recuerdo con cariño la charla que dio en la Fundación Cajasol en mayo de 2017 con motivo de la clausura de la primera edición del ciclo de conferencias «Letras en Sevilla». Ese año se titulaba «Literatura y Guerra Civil». Fue una conferencia muy amena, en la que Almudena explicó cómo se empezó a interesar por el tema de la guerra civil. Tuve la suerte de que me firmara y dedicara varios libros en la Feria del Libro de Sevilla de 2018, libros que guardaré como auténtico oro en paño.
Las jornadas de reflexión antes del día de las votaciones siempre me han parecido una tontería. Nadie reflexiona nada, todos tienen ya decidido su voto y muy pocos dedican ese día a pensar sobre el sentido del voto al día siguiente. Como también me parece absurdo que no se puedan realizar ni publicar encuestas desde una semana antes de la fecha de la votación, como si eso pudiera influir algo. Las personas responsables, que han leído los programas, que han analizado qué han hecho en el gobierno y en la oposición los diferentes partidos, no dejándose cegar por los cantos de sirena y por las promesas de los candidatos, deciden su voto con mucha antelación. Otros tienen dudas razonables entre dos partidos con programas similares y esperan alguna señal que les ilumine a última hora, pero no dedican un día entero a pensar el sentido de su voto. Algunos hasta echarán una moneda al aire un poco antes de salir hacia la mesa electoral y se decantarán por una candidatura que, aunque no les convenza totalmente, es con seguridad mejor que otras según su punto de vista. Y por último, están los que votan «contra» un partido, y su papeleta irá a parar a aquel otro que le haga más daño al «enemigo», como en la guerra y en el fútbol.
Por eso me gustan más la jornada o jornadas de reflexión una vez pasadas las elecciones. Porque es hora de analizar lo que ha ocurrido, por qué se ha votado de una u otra manera. No soy analista político y hoy televisiones y radios echarán humo con las tertulias post-5 de mayo. Pero me voy a atrever, como acabo de hacer en Facebook. Una cosa está clara: ha arrasado Ayuso. Y eso, aunque a muchos no les ha gustado, hay que decirles: es la democracia, amigos y amigas. Algunos han dicho que los madrileños y madrileñas se han equivocado y que les dan vergüenza los resultados. Y yo me pregunto: ¿se equivocan los votantes independentistas catalanes cuando sus partidos son mayoría? ¿Se equivocaron los andaluces votando durante casi cuarenta años a la izquierda? ¿Se equivocaron los españoles haciendo que partidos de izquierda gobiernen actualmente el país? La democracia es eso, cambiar votos y partidos según las necesidades, percepciones y resultados que ven los ciudadanos.
Espero alguna autocrítica por parte de PSOE y Podemos, que han perdido en todos sus feudos madrileños. No ha ganado Ayuso, ha perdido la izquierda, y por algo será. Los partidos socialistas europeos están casi todos desaparecidos porque no han sabido adaptarse a la nuevos tiempos. Espero que eso no le suceda al PSOE. A Iván Redondo, a Sánchez y a Tezanos tendrían que pedírsele responsabilidades. Al primero por diseñar una campaña nefasta, al segundo por dejarse convencer por un márketing artificial de despacho y al tercero por escribir la tontería de llamar tabernarios a los que votan al PP, además de manipular y equivocarse en las encuestas. Además, es incomprensible que un miembro del Comité Ejecutivo del PSOE sea nombrado presidente del CIS, un organismo que puede influir en la percepción de los ciudadanos sobre la situación real del país.
Pablo Iglesias y Podemos hace tiempo que se están equivocando. Demasiadas purgas internas, mucho amiguismo, mucha soberbia. Aunque no lo parezca, no han sabido conectar con los ciudadanos. Contradicciones aparte, que eso lo tienen todos los partidos, Podemos quiso en su momento dar el sorpasso al PSOE, pero no pudo o no supo. Y a partir de ahí, todo cuesta abajo. Que Vox haya ganado en votos y en escaños a Podemos parecía imposible, pero así ha sido. El caso de Andalucía es paradigmático y las mareas en Galicia también. Ha hecho bien Pablo Iglesias yéndose de la política, con mucha dignidad, por cierto (aunque algunos apuntan que Roures, el de Mediapro, ya le ha prometido un buen puesto y un mejor sueldo; veremos si es cierto o es otra mentira de la derecha; si fuera así, después de lo del chalet, acabaría con todo el prestigio de Pablo).
Ciudadanos ha desaparecido de la escena en Madrid y, al paso que va, desaparecerá también de España. Sigue el mismo camino que UPyD, del que ya casi nadie se acuerda. Lo que nació como un partido bisagra se convirtió en una muleta del PP. El desastre fue iniciado por Albert Rivera y continuado por Inés Arrimadas. El fiasco provocado por su pésima estrategia en Murcia y en Castilla León provocó el tsunami madrileño. Ayuso y el PP supongo que se lo agradecerán
El único partido que ha sabido conectar con la realidad madrileña (y espero que eso se traslade al resto de España) es Más Madrid. Dos buenos candidatos, Errejón y Mónica García, que han sabido fajarse con mucha dignidad con Ayuso y Monasterio. La izquierda tiene dos años para reflexionar y cambiar muchas cosas. Dejémonos de Redondos y de Tezanos y conectemos con los ciudadanos (perdonad el ripio, pero me ha salido así).
En Europa, a fecha de 4 de abril, se ha informado de un total de 222 casos de trombosis entre 34 millones de vacunados con AstraZeneca, lo cual equivale a 1 caso de cada 150.000. Los países europeos, basándose en estos datos, han decidido paralizar esta vacuna y dejarla únicamente para los mayores de 60 años, cuando hace unas semanas solamente se ponía a los menores de esa edad. Incluso algunos países y alguna comunidad autónoma española decidieron paralizar la vacuna. Todo ello, en contra de la opinión de la Agencia Europea del Medicamento y de la mayor parte de los expertos, que no se cansan de decir que son mucho mayores las ventajas que los inconvenientes.
Ya sabemos que el método científico se basa en hechos comprobables, en el establecimiento de hipótesis y en la comprobación de que esas hipótesis se cumplen o no bajo determinadas condiciones y parámetros. Los políticos dicen que sus decisiones se corresponden con lo que les indican los expertos, pero, visto lo visto, eso es una mentira como una catedral. Los políticos, como casi siempre, se rigen por perspectivas de poder y electorales. Si no, no se entiende este empecinamiento en llevar la contraria al sentido común y a lo que aconsejan los que saben de virus, de bacterias, de epidemias y de remedios para luchar contra las enfermedades. Había que salvar la semana santa, el verano, las navidades y todo lo que suponga fiesta y jolgorio. La gente está muy cansada ya de estos vaivenes, de que no llegan las vacunas, de la insólita y absurda ley sobre las mascarillas, que el mismo día que se publicó ya se dio cuenta todo el mundo de que era una auténtica barbaridad, tener que llevar mascarilla en medio del campo o paseando por la playa. ¿A qué cabeza pensante se le ocurriría esa tontería? Pues a nuestros congresistas y senadores, que ganan un dineral para poner negro sobre blanco semejantes gilipolleces. Eso sí, la gente puede ir fumando por la calle y echarme el humo y todo lo que sea sin ningún tipo de problema, hablar a gritos en las terrazas sin mascarillas, acompañar a los equipos de fútbol a cientos, con gritos, cánticos, mariachis y bengalas sin que la policía intervenga. ¡Amos, anda! ¡Iros a tomar viento!
La paciencia de la gente está llegando a un límite que no sé dónde terminará. Ahora está lo de la vacuna rusa. Nuestra ínclita Ayuso, además de los alemanes, cuya opinión cada vez me merece menos respeto, están negociando la compra de esa vacuna saltándose todo lo acordado en Bruselas y lo que dice la EMA, que todavía no ha aprobado la utilización de esa vacuna (si esto lo llegan a hacer en Cataluña, ya estaríamos despotricando contra los independentistas, qué se creerán estos, que pueden hacer lo que les dé la gana, saltarse todas las leyes). Una de las zonas más ricas del planeta y va dando palos de ciego, sin nadie que ponga orden. Aunque viendo el papelón de la diplomacia europea en la visita a Turquía, con la señora Von der Leyen, presidenta de la Comisión, siendo humillada por Erdogan, mientras el Jefe del Consejo Europeo Charles Michel permanecía sentado sin hacer ni el menor gesto, denota bien a las claras en manos de quién estamos. Ni han sabido negociar con las farmacéuticas ni tienen criterios claros sobre cómo afrontar la pandemia. Mucho apoyarse en la EMA, mucho decir que sólo se pondrán aquellas vacunas apoyadas por esa Agencia, mucho vanagloriarse del rigor científico, pero en cuanto alguien dice «yo no me vacuno con Astrazeneca porque no es segura», todos al suelo. Y seguramente, valga la redundancia, esa misma persona se toma una aspirina, un nolotil, un ibuprofeno, un omeprazol o un primperán sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo. Pues veamos algunos efectos secundarios que pueden provocar estos medicamentos tan comunes, que los tomamos con frecuencia y que no se nos ocurre poner en cuestión:
Aspirina, su uso continuado se ha asociado a úlceras de entre 1 y 10 pacientes de cada 100 personas, y a daño cerebral súbito de entre 1 y 10 de cada 1.000.
Nolotil, según su propio prospecto, puede provocar agranulocitosis en 1 de cada 10.000 personas. Es una disminución severa de los glóbulos blancos que puede producir la muerte debida a infecciones graves.
Omeprazol, que además de la ya mencionada agranulocitosis en una de cada diez mil personas que lo toman, puede provocar problemas graves de riñón en uno de cada mil pacientes.
Ibuprofeno, puede aumentar el riesgo de infarto, pérdida de audición, aumento de easinófilos y de sangrado, incremento de posibilidad de sufrir ictus isquémico, etc.
O sea, a esto apenas le damos importancia, los médicos los recetan sin problemas, nosotros tomamos estos medicamentos sin plantearnos sus posibles efectos secundarios, pero eso sí, tenemos mucho más miedo a una vacuna cuya estadística es infinitamente menos peligrosa que las mencionadas medicinas. Según los datos actuales, uno de cada 625 españoles ha muerto por coronavirus (si somos 47 millones de habitantes y han muerto cerca de 80 mil, sale esa cifra). El número de muertos por la vacuna de Astrazeneca es de unos 25, sin estar totalmente seguros de que sea la vacuna la causante real. O sea, la proporción es de una muerte por cada 1.350.000 vacunas. Creo que no hay color. En cuanto me llamen, me vacuno con Astrazeneca.