Viaje a Croacia (VI). Dubrovnik en dos días

Será que Dubrovnik es una de las ciudades europeas de moda porque pocas veces he visto tanta gente en tan poco espacio. Mira que se lo dije a mis compañeros: viajar a finales de agosto es una temeridad, porque medio mundo va de un lado para otro y el otro medio no va porque no puede, que si no… Pero salvando este inconveniente, grande o pequeño según se mire, la antigua Ragusa, capital de la República del mismo nombre y cuyo lema era la libertad no se vende ni por todo el oro del mundo (en latín, «Non bene pro toto libertas venditur auro»), no decepciona, No me extraña que Lord Byron la definiera como «la perla del Adriático» y que Bernard Show la calificara como «el paraíso en la Tierra». Y quizás por eso la agencia de viajes, al planificar el recorrido por Croacia, dedicara dos días completos a esta ciudad. En la anterior entrada describí un paseo nocturno en el que pudimos deleitarnos con un ambiente que, a pesar de la gran cantidad de turistas que como nosotros disfrutaban de la ciudad, no resultaba agobiante. Pero la mañana siguiente fue diferente.

26 de agosto. Dubrovnik e isla de Lopud

Por la mañana el autobús nos dejó frente a la puerta de Pile, donde suelen parar los autobuses turísticos y descargar a cientos de personas que se dedican a realizar fotos que apenas mirarán cuando regresen a sus casas. Si os fijáis, un porcentaje bastante alto de turistas apenas escuchan a los guías,profesionales generalmente muy bien preparados, y se dedican a hacerse selfies, fotografiar con móviles o cámaras, detenerse a comprar recuerdos o interrumpirlos con preguntas absurdas. Menos mal que suelen estar acostumbrados y responden con una agradable sonrisa, porque la educación y la paciencia entran en el sueldo. Nos recibe una guía local, una colombiana que llegó a Croacia hace muchos años y aquí se quedó. Se nota que es una enamorada de este país y de esta ciudad en concreto.

La vista desde la plaza que se encuentra frente a la puerta de Pile nos retrotrae a cinco o seis siglos atrás. No puedo evitar acordarme otra vez de Juego de Tronos y de aquellas escenas que se rodaron aquí. He encontrado un enlace donde se recrean los diferentes escenarios: Escenarios de Juego de Tronos en Dubrovnik.

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Entramos en el caso antiguo y una de los primeros lugares que vemos es la Gran Fuente de Onofrio, donde nos detenemos un momento antes de entrar en el primer edificio que visitamos, el Monasterio Franciscano, en cuyo interior se encuentra una de las farmacias mas antiguas de Europa y un museo en el que se conservan restos del bombardeo que sufrió la ciudad el 6 de diciembre de 1991, durante la guerra yugoslava. DSC_0368

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Continuamos la visita caminando por la calle principal, Stradun, hasta desembocar en la plaza Luza donde se encuentran la Columna de Orlando, la Torre de la Campana y la Pequeña Fuente de Onofrio. Entramos en el Palacio del Rector, edificio que combina los estilos gótico y renacentista. Según nuestra guía, era la sede del electo Rector regente de la República de Ragusa y la sede de la administración del Estado. Durante el período de gobierno (solamente de un mes), el rector no podía salir del edificio sin el permiso del Senado. Hoy en día este palacio se ha convertido en el Museo de Historia de la República de Ragusa. Entramos y nos encontramos con un patio central de bellas arcadas y unas escaleras que llevan a las estancias superiores, donde se encuentran valiosas piezas que dan muestra de la riqueza de la República.

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Una vez finalizada la visita entramos en la Catedral de Dubrovnik, también conocida como Iglesia de la Asunción, un edificio que fue primero una basílica bizantina, después un templo románico y por último, después de un terrible terremoto en 1667, la edificación que se construyó fue de estilo barroco. En él se conservan reliquias de San Blas, un santo cuya imagen se repite en toda la ciudad.

San Blas

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Por la tarde hacemos un recorrido en barco por las Islas Elafiti, situadas frente a Dubrovnik y desembarcamos en una de ellas, Lopud. El viaje, de unos 40 minutos, nos permitió admirar la costa dálmata, que desde el mar ofrece unas vistas preciosas. Entran ganas de alquilar un barco. Carmen y yo aprovechamos para darnos un baño en el Adriático. El agua estaba deliciosa, una pena que estuviéramos apenas una hora en la isla y no pudimos recorrerla, como nos hubiera gustado.

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Por la noche bajamos a la piscina del hotel donde hay también un bar y un escenario con actuaciones. Nos quedamos un rato tomándonos unas copas y comentando las inevitables anécdotas del día. Además, como mañana tenemos día libre no habrá que madrugar así que aprovechamos para relajarnos, que llevamos un ritmo…

Día 27 de agosto.

Hoy tenemos día libre, por fin, así que no tenemos que madrugar. Por la mañana compramos en el hotel la Dubrovnik Card de un día, una tarjeta que te permite visitar muchos de los monumentos más importantes de la ciudad y utilizar el transporte público gratis durante un día. Nos costó unos 20 euros al cambio y vale la pena, ya que con que subas a las murallas y utilices una vez el transporte prácticamente se amortiza.

Cogemos el autobús que nos acerca hasta la conocida puerta de Pile y atravesamos toda la calle Stradun hasta llegar a la plaza Luza, ya que nos recomendó la guía que cerca estaba la mejor entrada para recorrer las murallas. Es mejor hacerlo temprano porque el calor aprieta a mediodía y hay muchas cuestas y escaleras. Si visitas Dubrovnik, tienes que recorrer sí o sí, como diría el expresidente de un equipo sevillano, las murallas que rodean la ciudad vieja, pero sin prisas, deteniéndote a cada momento para ver las estrechas calles que cruzan transversalmente la ciudad hasta desembocar en la arteria principal, la calle Stradun, los tejados de las casas, un noventa por ciento de los cuales tuvieron que restaurarse debido al bombardeo del año 1991, los palacios, las iglesias, las plazas… Aunque dicen que se pueden recorrer en menos de una hora (tienen casi dos kilómetros de longitud), si queremos detenernos a contemplar la ciudad, subir a alguna de sus torres, sacar fotos, etc., se tarda casi dos horas. Por eso es mejor hacer lo que hicimos nosotros, comenzar a recorrerlas antes de las diez de la mañana.

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Antes de comer nos separamos porque había diferentes pareceres sobre qué hacer antes de comer. Así que nos dividimos en tres grupos. Juan Esteban, Jaime y yo visitamos el museo naval y después nos sentamos a tomarnos unas cervezas frente al puerto. Un buen plan, sí señor.

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Comimos, también frente al puerto, en el Restaurante Arsenal, muy elegante y con unas vistas magníficas. La relación calidad-precio, bastante buena.

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Antes de salir otra vez por la puerta de Pile me llamó la atención un hombre sentado al lado del Convento de Santa Clara, delante de una mesita redonda con un tablero de ajedrez y algunos libros, con un cartel en inglés que decía: «Gordan Markotic, juega y aprende ajedrez con un maestro internacional». Porque no quería dejar solos a mis amigos y a mi mujer, y desconozco el inglés, pero me hubiera encantado sentarme con él un rato y echar alguna partida. Me apenó que alguien que llegó a ser un conocido jugador a nivel internacional tuviera que ganarse la vida así. ¿Será también otro daño colateral de la guerra?

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Y por la tarde, descanso, aunque yo aproveché para darme otro baño en la playa que está debajo del hotel y en la piscina. Después, Carmen y yo nos dimos un paseo por los alrededores. Teníamos que relajarnos pues el viaje llegaba casi a su fin y la semana había sido muy, muy intensa. Y todavía teníamos que hacer las maletas. Pero una tarde da para mucho.

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La pasión del ajedrez

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Parece mentira que un juego en el que dos personas se sientan una frente a otra durante minutos, horas o incluso días, mirando fijamente un tablero y unas piezas blancas y negras que representan a reyes, reinas, torres, caballeros, caballos y soldados, pueda llegar a apasionar. Pues amigos, eso me ha sucedido a mí y a millones de personas en todo el mundo y durante siglos. No hace falta ser un gran maestro ni siquiera un aficionado aventajado para, una vez aprendidos los principios básicos y jugado y analizado algunas partidas, llegar a comprender la enorme belleza que encierra este juego. Dicen que es un deporte y puedo dar fe que tras una partida intensa uno queda física y mentalmente agotado, sobre todo si se pierde, porque la derrota en ajedrez a muchos jugadores le supone perder la autoestima, la confianza en uno mismo. No es mi caso, porque siempre he sabido reconocer mis limitaciones y la superioridad del contrario sin complejos.

No recuerdo cuándo aprendí a jugar ni quién me enseñó. Tuvo que ser bastante tarde. En mi familia no había nadie que fuera aficionado. Sí recuerdo que cuando estudiaba bachillerato jugué bastantes partidas con un compañero de instituto. A ninguno nos gustaba el fútbol, sobre todo porque éramos muy malos y nadie nos quería para su equipo así que, en lugar de dedicarnos a dar patadas a un balón durante el recreo, nos íbamos alguna vez a la biblioteca y allí jugábamos alguna partida de ajedrez. Como muchas veces no daba tiempo a terminar la partida y no sabíamos todavía la notación que se utiliza para apuntar las jugadas, dibujábamos un tablero en una hoja de papel y escribíamos las piezas con la inicial: Ab era alfil blanco, pn era peón negro, Db era dama blanca y así. Al día siguiente colocábamos las piezas según el dibujo y seguíamos la partida.

Cuando comencé a estudiar magisterio la cosa cambió. Me hice amigo de José Antonio González Coto, al que también le gustaba el ajedrez y empezamos a jugar un poco más en serio. Había una cafetería en la Plaza de Pontevedra de Coruña, el Café Unión, donde muchas tardes de sábado y domingo primero nos limitábamos a contemplar las partidas que jugaban los mejores ajedrecistas de la ciudad, que formaban parte, muchos de ellos, de clubes de ajedrez y que participaban en campeonatos, incluso a nivel nacional. Recuerdo, sobre todo, a Domingo Merino, que fue varias veces campeón de Galicia, medalla de bronce a nivel nacional y primer alcalde democrático de Coruña. También jugaban allí Venancio Carro, los hermanos Prada (Emiliano y Fernando), Álvaro Santiso… Llegué a codearme con ellos y a ganarles alguna partida (nunca pude hacerlo con Merino ni con los hermanos Prada), y finalmente Coto y yo, animados por Santiso, nos introdujimos en los campeonatos de ajedrez apuntándonos al club Sagrada Familia. Todavía conservo muchas de las partidas que jugué en aquella época y, analizándolas desde la distancia, reconozco que tenían un cierto nivel. Le dedicábamos horas y horas, disfrutando con los problemas, con los finales, con las aperturas. Formábamos un grupo alegre, que se tomaba el ajedrez como un juego competitivo pero sin que asomara ni una pizca de rencor cuando perdíamos ni soberbia cuando ganábamos. Yo sabía que nunca llegaría a ser un gran jugador, pero los retos que propone el ajedrez eran un estímulo que me gustaba.

Durante un par de años jugamos campeonatos de club e individuales, pero el servicio militar y mi destino como maestro en Camariñas, donde no encontré a nadie que jugara al ajedrez, me alejaron del juego y de mis antiguos compañeros. Seguía jugando, pero ya sin la dedicación ni el interés anterior. Después me vine a Andalucía y aquí fui perdiendo la preparación que había llegado a alcanzar, pero lo que nunca perdí fue la afición. Tuve la suerte, además, de poder asistir al duelo que protagonizaron en Sevilla Kárpov y Kaspárov por el campeonato del mundo de ajedrez. Fue un duelo apasionante y siempre recordaré a Kaspárov acompañado por su madre y su gesto antideportivo ante un error de Kárpov.

Ahora me dedico a jugar en Internet. Hay muchas páginas en las que se puede participar en torneos, entrenar alguna apertura, resolver problemas. Es la ventaja de la informática, de la www.

Para terminar, dos enlaces. En el primero se recogen las que, para algunos, son las diez mejores partidas de ajedrez de la historia. Sobre esto hay muchas opiniones, como sobre los mejores libros, las mejores películas, etc.  El segundo enlace es la sección de ajedrez de El País digital, que recomiendo.

Las diez mejores partidas de ajedrez de la historia

Sección de ajedrez de El País.com