Venganza de sangre

Quizás no lo sepáis, pero hasta hace no demasiado tiempo, concretamente hasta 1963, existía en el código penal español lo que se conocía como «privilegio de la venganza de la sangre», que otorgaba al cabeza de familia (el hombre, por supuesto), el derecho de matar a su esposa en caso de infidelidad manifiesta. Tómate esa.

Esa «figura legal», que se había introducido en el Código Penal de 1870, se eliminó durante la República y el franquismo, a tono con la sociedad machista, católica y defensora de los valores familiares tradicionales surgida de la guerra civil, volvió a introducirlo. Durante 25 años estuvo vigente y no conozco estadísticas, pero seguramente fueron muchas las mujeres que sufrieron en sus propias carnes esa «legalidad». Recuerdo los titulares de El Caso, el semanario de mayor tirada en los años cincuenta y sesenta: «crimen pasional en…». Raro el día que no aparecía una noticia en la que se reflejaba, con toda clase de detalles macabros y morbosos, los asesinatos que muchos hombres, celosos vigilantes de la posesión sobre la mujer y del honor mancillado, cometían con casi total impunidad e inmunidad. La maté porque era mía, solían decir los perpetradores del crimen. Celos, sospechas, infidelidades reales o supuestas, desobediencia, cualquier cosa era un atenuante o una eximente que rebajaba o incluso liberaba al criminal. Era el pan nuestro de cada día y la sociedad asistía impasible a esas crónicas de sucesos, dando por hecho que el hombre tenía siempre la razón.

Hoy nos rasgamos las vestiduras cuando escuchamos las barbaridades que en muchos países, mayoritariamente musulmanes, se cometen contra las mujeres, basándose, fundamentalmente, en conceptos religiosos. Pero echando un poco la vista atrás nosotros no éramos tan diferentes. Y lo malo es que todavía existen individuos que, como el juez en excedencia Francisco Serrano, líder de Vox, se rasgan las vestiduras por la sentencia del Supremo sobre las violaciones de La Manada. Según Serrano, «la turba feminista supremacista» es la que ha dictado la resolución del Alto Tribunal (por cierto, tribunal franquista, según algunas opiniones, sobre todo de aquellos que defienden el «procés»).

Hoy la sociedad respira aliviada. No sé si esto servirá de escarmiento, de prevención. Por lo menos evitará, supongo, que determinados jueces califiquen como «jolgorio» lo que tuvo que sufrir la mujer violada en Pamplona durante los Sanfermines. En la justicia, como en todas los ámbitos, hay ovejas negras, personas que denigran y desprestigian a profesiones que tienen una enorme responsabilidad y repercusión social. En la enseñanza, en la sanidad, en la justicia tienen que estar no sólo los mejores y los más preparados, sino también los más sensibles y predispuestos a ayudar a las personas. Si no, estaremos perdidos y viviremos en una sociedad enferma.

Pongo un enlace a un buen artículo sobre la venganza de sangre. Siempre es bueno conocer la historia, a ver si así aprendemos algo sobre nosotros.

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