Cambio de planes

Soledad - La piedra de Sísifo

Hace tiempo tuve que cambiar de planes. Antes me gustaba asomarme a la terraza de nuestro pequeño piso. Contemplar la calle vacía, apoyarme en la baranda, intentar adivinar, cosa rara en mí que nunca adivino nada y mi imaginación es escasa, lo que sucede tras los visillos del piso de enfrente. También me gusta adivinar, vaya usted a saber por qué, lo que piensa el buscador de oro sentado a la puerta de su humilde cabaña, mirando la puesta de sol, fumando en pipa y no encontrando sentido al futuro. O el astronauta que vaga perdido por el espacio sin poder regresar a la Tierra. La mente es así de compleja.

Todo empezó hace unos años, creo que era invierno, o por lo menos, hacía frío y había poca luz. Al principio era una sospecha, una noticia perdida en una página suelta del periódico. Apenas seis o siete líneas mal redactadas, como con desgana y para rellenar el hueco de un anuncio que no se publicó porque el anunciante no pudo pagarlo a tiempo.

Lo supe desde antes de entrar en la habitación que está al fondo del pasillo, la de la puerta marrón, la que tiene una mirilla como si fuera la puerta de la calle. No sé por qué puse la mirilla. Ella me preguntó entonces “¿Es que piensas encerrarte y no dejar entrar a nadie?”. Aunque, pensándolo bien, yo ya sabía, sin saberlo todavía, lo que iba a ocurrir. Y también, en esa misma época, coloqué el cerrojo. Ella me observaba sin decir nada mientras yo, con parsimonia y canturreando por lo bajo una copla de Antonio Mairena, medía y calculaba y horadaba el marco y el batiente y comprobaba que todo estaba en su sitio y encajaba perfectamente.

Esa habitación es la única interior. Da a un patio cuadrado, mal iluminado por una claraboya que tiene un cristal roto, por el que los días de lluvia entra el agua que forma pequeños charcos en las baldosas del suelo, que se secan lentamente y en invierno se llenan de verdín. Mi hermana y yo vivimos en la misma casa donde nacimos, donde crecimos junto a nuestros padres y a la abuela. Ellos ya no están, fueron desapareciendo poco a poco, casi en silencio, para que nos fuéramos acostumbrando, como decía mi hermana cuando hablábamos. Ahora ya no hablamos. No hablamos tampoco de la otra hermana, la que se fue cuando era casi una niña, la que desapareció sin dejar rastro, sólo una escueta nota de despedida “Me voy, ahí os quedáis con vuestra amargura y vuestra tristeza”. Por más que mis padres intentaron encontrarla, que la policía investigó, que se pegaron carteles por toda la ciudad, nunca más supimos de ella. Han pasado más de cuarenta años de eso. Ellos nunca llegaron a recuperarse del todo. A mí me da igual. Que cada uno haga con su vida lo que quiera.

Estaba diciendo que la abuela y mis padres fueron desapareciendo. Primero fue la abuela, siempre sentada en su mecedora, cosiendo cuando todavía la vista se lo permitía. Un día se quedó quieta, muy quieta, cuando veía un programa en la televisión. Derrame cerebral masivo, diagnosticó el médico. No se enteró, es la mejor forma de morir, según decretaron familia y amigos y según dicta la experiencia. Porque la muerte de mis padres fue un poco más dramática, aunque no demasiado. Mi padre de una cirrosis producida por un virus. Duró tres meses. Mi madre, un par de años después, quizás murió de pena porque, a pesar de que no llegaba a los setenta años, fue apagando poco a poco su mirada, se fue perdiendo en un mutismo del que no fuimos capaces de sacarla. Una gripe, una simple gripe, fue su final.

Ahora me hubiera gustado que el patio fuera descubierto, sin claraboya, para que el agua de lluvia, con su sonido, aplacara mis temores. Pero la claraboya está muy alta y no escucho el ruido de la lluvia. Ni siquiera eso me está permitido y, aunque lo estuviera, yo quizás tampoco lo permitiría. Como tampoco permito que nadie me interrumpa. Al principio si lo permitía, pero ya no se atreven.  Cuando se atrevían, al principio, empecé a gritar, a aullar, a golpear con fuerza las paredes y la puerta. Y también el suelo. Arrastraba la silla, la mesilla, la cama, la mesa en la que escribo. Golpeaba la puerta del armario empotrado. Hasta que dejaron de importunarme.

Convertimos la habitación de mis padres en un estudio y la de la abuela, que era más pequeña, en una salita para ver la televisión en invierno. Allí se está más recogido, con una mesa camilla y un televisor que apenas encendemos porque preferimos escuchar la radio, una radio antigua pero que se escucha muy bien. Ahora sólo escucho música en el pequeño transistor que tengo en la mesilla, al lado de la cama. Como tengo un cargador y pilas recargables, no necesito pedir pilas de repuesto. Pero si las hubiera necesitado, tampoco tendría problema. Ella me las traería, por la cuenta que le tiene. No me niega nada de lo que le pido. Porque, además, necesita mi firma para poder cobrar la pensión. Depende de mí, como antes dependía de mis padres.

Mi hermana prefirió desde el primer momento la habitación que da a la calle, pero a mí me agobiaba el ruido del tráfico, de los niños gritando, de la vida que late. Nunca fui amigo de los sonidos estridentes, de las voces altas, de los gritos. A mi hermana le pasa lo mismo, pero ella no es tan radical y por eso no le importó quedarse con la habitación que está al principio del pasillo, la del amplio ventanal por el que entra el sol a raudales y se desparrama por los objetos y los recuerdos. A mí siempre me ha molestado la excesiva claridad. No quiero ruidos ni claridad. Tampoco me gustaba hablar con personas desconocidas. Me sería imposible establecer una conversación en la consulta del médico. Procuraba llevarme un libro y leer o hacer que leía, siempre con la intención de que nadie me molestara. Por eso me ponía de los nervios cuando mi hermana se ponía a hablar de cualquier cosa, casi siempre de enfermedades, como es lógico, cuando íbamos al ambulatorio. Se sentaba, miraba alrededor, comenzaba a hablar del tiempo con la persona que estaba al lado y no paraba hasta que nos tocaba entrar en la consulta. Menos mal que tengo buena salud y pocas veces he tenido que ir al médico. Ahora ya no voy al médico, ni siquiera consiento que el médico venga a casa. Nadie puede entrar en la habitación y yo no quiero salir de ella. Si enfermo, mala suerte. O me curo con aspirina, ibuprofeno o infusiones o me voy para el otro barrio. Allí seguro que no notaré demasiados cambios.

Se me está terminando el lápiz y tendré que pedirle otro. Antes, mi hermana me castigaba sin comer ni beber, para forzarme a salir, para doblegar mi voluntad. Parece mentira que no me conociera, después de tantos años viviendo juntos en la misma casa. Se dio cuenta de que con esa actitud no conseguía nada y, en el fondo, tenía miedo porque no quería matarme de hambre ni de sed. Sabía demasiado de ella. Me tenía miedo porque sabía que yo sabía. Y podía darle una sorpresa desagradable. Por eso me traía comida y bebida dos veces al día. Y ropa limpia. Y las cosas de aseo. No puedo vivir sin la limpieza, me obsesioné con ella desde los primeros días. Cuando todo comenzó me traía más comida, pero le dije que no quería que me interrumpiera tanto. No me concentraba, no podía leer ni escribir ni escuchar música ni pensar. Ahora ya no necesito comer tanto. Mi cuerpo apenas gasta energía y no quiero engordar.

La habitación es amplia. Nada más entrar, a la derecha, está el cuarto de baño, con un plato de ducha, el lavabo y el inodoro. Al lado de la ducha hay un armario para guardar toallas, botes de gel y de champú, los útiles de afeitar, esponjas de baño y otras menudencias. Ahí también guardo el papel higiénico, del que siempre tengo, como mínimo, diez rollos. Cuando baja de esa cantidad, paso el papel debajo de la puerta y le pido más. Lo mismo ocurre con las otras cosas: libros, ropa, cuadernos y bolígrafos o lápiz para escribir. Una vez a la semana, de madrugada, miro por la mirilla panorámica y compruebo que mi hermana no está acechando en el pasillo, como hacía los primeros días. Abría lentamente la puerta y dejaba la bolsa con la ropa sucia. Dos días después, ella llamaba a la puerta y me dejaba la ropa limpia y planchada en un cesto. Ahora se ha convertido en un ritual.

Enfrente del cuarto de baño, en la pared de la izquierda, hay un armario empotrado con un espejo en la puerta corredera. En ese armario guardo la poca ropa que necesito: un par de camisas y de pantalones, un jersey para cuando hace frío y mucha ropa de deporte, que es la que suelo ponerme habitualmente: cuatro chándales, doce camisetas, cinco pantalones largos y otros cinco cortos, calcetines y tres pares de zapatillas deportivas. Además, también guardo, cuidadosamente doblada en cajones, sábanas y fundas de almohada. La ropa interior la guardo en los cajones de las mesillas. El armario tiene un altillo donde almaceno las mantas y un par de edredones. La cama es grande, de uno cincuenta por dos metros y a ambos lados hay un par de mesillas, sobre las que están las lámparas de noche y una radio pequeña que está casi siempre encendida y emitiendo música clásica. De vez en cuando interrumpen la música y dan las últimas noticias, pero yo nunca los escucho, apago la radio. No tengo televisor. A continuación del armario está la ventana que da al patio, con una cortina que está casi siempre echada para que los vecinos no puedan verme o intenten hablar conmigo. No quiero hablar ni quiero que me vean. Yo tampoco quiero verlos a ellos. Si apenas nos hablábamos cuando hacíamos vida normal, ahora tengo menos ganas. Para no perder la costumbre y sepan que todavía estoy en este mundo, hablo muchas veces en voz alta, recito poesías, leo lo que he escrito o lo que han escrito otros a lo largo de los siglos. En eso me parezco a mi madre, que conversaba con los locutores o increpaba a los políticos o maldecía a los canallas de las radionovelas o aconsejaba a las pobres muchachas que caían en manos de seres depravados que las dejaban embarazadas. Pero ella dialogaba y yo no, esa es la diferencia.

Lo más valioso de la habitación ocupa un testero completo de la pared: una estantería repleta de libros y una mesa en la que paso la mayor parte del tiempo. La silla es muy cómoda, con un asiento rígido pero confortable y un respaldo anatómico que se ajusta perfectamente a la espalda. Desde que empezó todo, hará ya unos cinco años, la rutina diaria, de la que apenas me aparto, además de las horas que dedico a dormir, asearme y comer, consiste en leer durante unas cinco horas, escribir otras cinco, hacer ejercicio y dedicarme a pensar, a reflexionar sobre lo que está pasando. Le doy mil vueltas a la cabeza. Si sólo hay una vida, lo que yo estoy haciendo ahora, alejado de todos y de todo, ¿merece la pena? Así han vivido muchos eremitas, muchos hombres que quisieron vivir aislados, que no soportaban el contacto con sus semejantes. Ahora los comprendo. Olvidarme de lo superfluo y rehuir a los demás me ha hecho más humano, aunque parezca contradictorio. Mi vida anterior había sido superficial, vacía, llena de momentos absurdos. Nunca conocí el amor, porque el amor, en realidad, no existe, aunque los poetas y muchos hombres y mujeres digan lo contrario. El amor no es más que dependencia y necesidad. No necesito amor para ayudar a los demás, no necesito amor para respetar, para luchar por lo que creo justo. El amor ha llenado demasiadas páginas vacías y demasiadas vidas sin sentido. Y ha provocado demasiadas muertes. Lo he visto claro en este tiempo. Mejor llamarlo cariño o ternura o comprensión o entrega. O pasión.

Pero cinco años son muchos, son casi dos mil días encerrado en una habitación que no mide ni veinte metros cuadrados. Casi dos mil días haciendo ejercicio en solitario, hablando solo, escuchando a una mujer que apenas dice nada más que reproches y unas pocas palabras que se resumen en comida, salud y familia. Yo le contesto con monosílabos. A veces es agradable escuchar las palabras en la boca de otras personas, recordar el sonido, pero nada más. En demasiadas ocasiones las palabras son huecas, sin sentido ni oportunidad.

Tendré que afilar las tijeras para cortarme mejor el pelo y recortarme la barba. He reconocido nuevas arrugas en la frente y los ojos, pero me encuentro bien. Me he acostumbrado a la rutina, a la seguridad de las horas planificadas, previstas. Es bueno tener hábitos que impidan la monotonía y el aburrimiento. En cinco años nunca me he aburrido, bien al contrario, me he sentido más pleno, más consciente de mi vida, de la vida de los demás, aunque no los vea. Los demás están ahí fuera y aquí dentro, con mis recuerdos. De eso escribo, de plasmar en el papel todos los pequeños instantes que he vivido, de lo que ha vivido mi familia a mi lado y de lo que me han contado. Es bueno dejar constancia de lo que ha pasado delante de los ojos y en la cabeza, de lo que han dicho y lo que han vivido los que me rodean, aunque ahora ya no estén o no quiera verlos, porque no quiero que me vean, para qué me van a ver.

Hace dos días que mi hermana no me trae la comida ni la ropa limpia y planchada, ni los rollos de papel higiénico que le pedí. Tengo hambre. No veo nada por la mirilla, todo está en silencio, un silencio espeso que se puede respirar, que se puede tocar, que entra por los ojos y por la piel. Descorro la cerradura, que está muy bien engrasada, sin ruido, y abro con mucho cuidado la puerta. Me asomo y miro sin ver nada más que los cuadros colgados en las paredes del pasillo. Me muevo muy despacio. Espero que en cualquier momento aparezca mi hermana con algún objeto para golpearme, pero no ocurre nada. Llego hasta la salita. La televisión está encendida, sin voz. Mi hermana, sentada en un sillón, parece dormida y sin darse cuenta de mi presencia. Espero unos minutos. Nada. La llamo con voz queda y le doy un par de golpecitos en los hombros. No responde. Le tomo una mano, que está fría, y compruebo en la muñeca que no tiene pulso. Apago la televisión y me siento junto a ella, acariciándole el brazo. Le hablo en voz baja, como para no despertarla, aunque sé que lleva muchas horas muerta. Tendré que llamar al 112, si es que ese teléfono todavía existe. Me dirijo al salón y abro, por primera vez en muchos años, la puerta corredera. En la terraza, las plantas y las flores dan color a un paisaje de viviendas y árboles que apenas recordaba. Pocas personas en la calle, todas jóvenes. Y muchos niños que corren y juegan en medio de la avenida, sin miedo. No se ven coches, sólo alguna bicicleta que, perezosamente, baja hacia el centro de la ciudad.

Salgo a la terraza y me acodo en la barandilla. Dejo pasar el tiempo sin pensar en nada, mirando distraído el latir de una ciudad y de una vida que ya apenas recordaba. Algunos peatones, al verme asomado, se detienen y comienzan a señalarme. En sus rostros se percibe asombro y también miedo. Al poco rato se ha formado una pequeña multitud que no deja de contemplarme. Yo los saludo con la mano, pero ellos comienzan a agitar los brazos con los puños cerrados y gritan amenazadoramente hacia mí. A lo lejos se oyen las sirenas de ambulancias y de coches de la policía y de bomberos. No entiendo nada.

Salgo de la terraza, cierro la puerta corredera y me dirijo a la salita. En la televisión aparece la imagen de una reportera que está hablando frente a mi casa. Subo el volumen y escucho a la periodista.

–Hace unos minutos nos comunicaron que se había visto a una persona mayor asomada a la terraza de una vivienda y nos hemos dirigido con un equipo móvil para comprobar la veracidad de la noticia. En estos momentos no vemos a nadie, pero varios coches de la policía, una ambulancia y un camión de bomberos se han estacionado frente a la vivienda. Ahora vemos cómo un grupo de Geos, perfectamente preparados con trajes aislantes, entra en el portal. Como todos ustedes saben, desde que hace tres años se descubrió que la causa de la pandemia era debida al envejecimiento neuronal y que esto produce una serie de modificaciones en el organismo que se transmiten por el simple contacto con la piel o por el aire, todos los países llegaron al acuerdo de confinar a las personas mayores de sesenta y cinco años en Groenlandia. Los pocos habitantes de la enorme isla fueron reubicados en Noruega y en otros países del norte de Europa. Mientras no se descubra un tratamiento eficaz o una vacuna que evite la propagación de la enfermedad, las personas que vayan a cumplir esa edad deben presentarse voluntariamente en los lugares asignados un mes antes de su cumpleaños para ser trasladadas con todas las garantías. Hasta el momento parecía que se había logrado confinar a todas las personas de esas características de nuestro país. Teníamos conocimiento de algunos casos aislados en Japón, en Italia y en Brasil, pero nunca se había dado un caso en España.

Dejé de escuchar la noticia y apagué la televisión. Por primera vez en mucho tiempo, miré con cariño a mi hermana. Ella era unos seis años más joven que yo, por lo que ahora tendría unos sesenta años, pero yo había cumplido sesenta y cinco hacia casi un año. Nunca me dijo nada y dejó que continuara con mi vida de encierro, viviendo feliz en la ignorancia. Me senté a su lado y le cogí la mano. En su rostro había una expresión de tranquilidad que me recordaba a la que había visto en la abuela cuando la encontramos sin vida. Comencé a escuchar gritos y golpes en la puerta. Cerré los ojos y esperé.

Diario del coronavirus (y X). Doce primeros días de junio

Fernando Simón - Wikipedia, la enciclopedia libre

“Tal vez en el futuro España sea un país que viva de la ciencia pero ahora España es un país que vive del turismo.” Fernando Simón

Ya me estoy pareciendo al Ministerio de Sanidad: cambio de criterio cada poco tiempo. Empecé este Diario hace ya un par meses, creo recordar que a principios de abril, entre otras cosas porque tenía que dedicar mi tiempo no sólo a limpiar, a leer, a ver películas y series, a hacer deporte en casa porque no se podía salir, a leer y escribir en los grupos de WhatsApp o a escribir relatos (cosa que, por cierto, la tengo muy abandonada), así que decidí comenzar una especie de diario para recordar cómo había surgido el Covid-19, a revisar lo que decía la prensa y los políticos a medida que pasaba el tiempo, la evolución de la pandemia, cómo se podría salir de la situación, etc. Empecé el mes de abril con una entrada, Hibernación y mala suerte, en la que mostraba la angustia por los primeros días de confinamiento, yo más bien diría que cautividad porque nadie salía a la calle. Después ya sí empecé el auténtico diario, revisando la hemeroteca, comprobando lo que publicaba la Organización Mundial de la Salud y lo que pronosticaban los expertos en epidemias. Lo que comenzó siendo una manera de pasar el tiempo se ha convertido en una forma de reflexionar sobre la volubilidad de la condición humana, sobre todo de los políticos. Y tampoco yo me escapo de esa variabilidad. Primero me dediqué a reflejar los titulares de la prensa de papel y digital de aquellos periódicos con más tirada o más seguidores, comprobando que nadie mencionaba la enfermedad. Más adelante me cansé de tener que copiar los titulares y comentar cómo cada periódico tiraba sin pizca de pudor para su lado, obviando las incongruencias en las que caían aquellos que consideraban sus paladines. ¡Ay!, ¿dónde queda la presumida o presumible objetividad? Ya sé que eso no existe, sobre todo en los últimos tiempos, en los que las grandes empresas de comunicación pretenden convertirse, no ya en el cuarto poder, sino, a poder ser, en los tres primeros directamente.

Tras esas primeras semanas, decidí dejar de dedicarme a repetir titulares y a realizar un resumen de todos ellos, intentando, yo sí, ser lo más ecuánime posible. Cada semana o, como mucho, cada diez días, publicaba en el blog el día a día de nuestros políticos, de la evolución de la pandemia, de la situación de la economía. Pero ahora vuelvo a cambiar de criterio. Nos queda una semana en Andalucía para finalizar la Fase 2 y entrar en la 3. En esa fase, al parecer, Juanma, o sea, Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente de la Junta de Andalucía, pero Juanma para los amigos y para el resto de los mortales también, casi nos ha asegurado que podremos movernos entre las provincias andaluzas. Y eso va a suponer que saldremos de estampida para Rota, donde tenemos un piso que compramos hace una docena de años y donde solemos pasar los meses de verano. Lo estamos deseando: caminar por la playa, por los pinares, por el paseo marítimo, tomarnos una cerveza en cualquier terraza, refrescarnos con la brisa de poniente … una delicia, vamos. Quizás me encuentre con Almudena Grandes, Luis García Montero, Sabina o Benjamín Prado. Veremos si puedo cumplir estos deseos. E, igual que tenemos la esperanza de entrar en la denominada “nueva normalidad” dentro de pocas semanas, cuando llegue a Rota dejaré este diario en suspenso, esperando que no vuelva a tener que retomarlo nunca.

(Confirmado: ya podemos movernos libremente por las provincias andaluzas y ya podré retirarme a descansar a Rota. Así que, queridos lectores, dejo este Diario y me dedicaré a seguir perdiendo y ganando tiempo, aunque el tiempo siempre nos gana; es un tramposo).

1 de junio de 2020

Por primera vez desde hace muchos meses, Sanidad no registra ningún fallecido con coronavirus en las últimas 24 horas y sólo registra 71 nuevos contagios. En total, 239.638 contagios, 27.127 muertos y 150.376 recuperados. Si esto sigue así, y los descerebrados que se saltan las normas, celebran botellones, fiestas con el doble o triple de personas permitidas y otras barbaridades, no lo estropean, quizás se adelante la movilidad entre CCAA a partir del 8 de junio, siempre que se encuentren en la misma fase. Casi se da por hecho que la movilidad entre provincias de la misma Comunidad Autónoma se podrá realizar en esa fecha. En el mundo ya hay más de seis millones de casos y más de 372.000 muertos.

El ingreso mínimo divide a la oposición: el PP no aclara su postura, Vox ahora dice que no y Ciudadanos se apunta al sí.

Sigue la violencia en muchas ciudades de EEUU, protestando por la muerte absurda de un negro a manos (en este caso a rodilla) de un policía. La comunidad negra ya está harta de la impunidad de la policía. Trump, en su línea, sigue echando leña al fuego y critica a los gobernadores por no utilizar mano dura para sofocar las revueltas. Muchos analistas consideras que esta situación es beneficiosa para él de cara a las elecciones de noviembre.

2 de junio de 2020

Esa vez sí que parece que vamos en el buen camino, ahora que estamos a punto de cambiar de fase y poder movernos libremente entre provincias de la misma Comunidad Autónoma. Por segundo día consecutivo, Sanidad no notifica ningún muerto en las últimas 24 horas, aunque el número de contagios repunta: 137, así que el número de fallecidos se mantiene en 27.127 y el de contagiados asciende a 239.932.

En el Ministerio del Interior y en el Gobierno hay marejada. Se ha conocido una nota reservada que pone en entredicho la versión mantenida por el Ministerio de que no se interesó por el informe de la marcha del 8-M: Interior destituyó a Pérez de los Cobos por “no informar de investigaciones” de la Guardia Civil. A ver en qué queda todo esto, pero en cualquier otro país de nuestro entorno, el ministro ya hubiera dimitido.

Ciudadanos ha llegado a un acuerdo con el Gobierno para votar sí a la prórroga del Estado de alarma, lo que unido al voto favorable de PNV y la abstención de ERC, dan una mayoría holgada a Sánchez.

El empleo vuelve a crecer con 100.000 afiliados más, aunque el paro también subió 26.563 personas. De todas formas, España ha perdido 760.000 empleos desde que comenzó la crisis.

Siguen los disturbios, cada vez más violentos, en EEUU. Trump impone el toque de queda y amenaza con desplegar al Ejército en las calles.

3 de junio de 2020

Pedro Sánchez logra la última prórroga del Estado de Alarma. El presidente apela a la unidad de los partidos, pero la derecha sigue con sus ataques y su acoso: ver y oír los plenos del Congreso es ya un acto de masoquismo y nuestros representantes siguen dando una imagen lamentable.

Me doy por vencido, no soy capaz de enterarme de las cifras que da el Ministerio de Sanidad sobre el Covid-19: que si muertos semanales, que si muertos según fecha de fallecimiento o de notificación, que si las Comunidades no envían los datos tal y como solicita el Ministerio. Mientras que el Ministerio no reportó ningún dato, desde Castilla y León y Cataluña informan de que sí notificaron 4 y 35 muertos, respectivamente. Tendré que hacer un curso acelerado a distancia, a ver si entiendo algo. Resumiendo: alrededor de 240.000 contagios y unos 27.130 muertos.

En América la pandemia sigue avanzando de manera incontrolada y en EEUU continúan las manifestaciones, cada vez más numerosas, pero menos violentas.

4 de junio de 2020

Otro informe de la Guardia Civil señala que Fernando Simón ocultó a las Comunidades Autónomas el informe de la UE sobre manifestaciones como la del 8-M. También utiliza el vídeo “off the record” de Irene Montero para cargar contra las manifestaciones. ¿Metedura de pata? La Ministra de Comercio y Turismo informa de que las fronteras con Francia y Portugal se abrirían el 22 de junio, pero horas después se desmiente la noticia y se indica que dichas fronteras se abrirán a partir del 1 de julio. Seguimos con los fallos de coordinación y comunicación.

Últimos datos en España sobre el Covid-19: 240.660 positivos, 27.133 fallecidos y 150.336 recuperados, aunque la OMS añade 2.700 muertes más a las notificadas por Sanidad. El Instituto Nacional de Estadística, por su parte, recoge 44.000 muertes más de las esperadas en los primeros meses de 2020, un 24% más que el año pasado.

Una noticia que no tendría que haberse producido, sobre todo por los implicados: Un almuerzo de despedida celebrado en el Gregorio Marañón causa un brote de coronavirus en el hospital; cinco neumólogos han dado positivo y 16 trabajadores están aislados tras la fiesta celebrada en honor de dos residentes. No es un buen ejemplo para el resto de los mortales.

El BCE aumenta en 600.000 millones de euros su programa de compra de deuda, un alivio para los países más castigados por la pandemia, sobre todo España.

5 de junio de 2020

El Ministerio de Sanidad informa de que la mayoría de España, un 52%, entra en la Fase 3 a partir del lunes, mientras que Madrid y Barcelona pasan a la Fase 2. Se contabilizan 52 nuevos muertos en la última semana y 177 nuevos casos en las últimas 24 horas, hasta alcanzar los 240.978 positivos. Sin embargo, los datos de Madrid se contradicen con los del Ministerio: 105 contagios y 8 fallecidos. Pese a algunos brotes, la epidemia de coronavirus en España parece que está controlada y la atención primaria, preparada, según los expertos. El miedo, sin embargo, se traslada a la llegada de turistas en julio. El coronavirus se dispara en Brasil y México ante la pasividad de sus líderes.

Fernando Simón, en su rueda de prensa diaria, reconoció que desde el principio se subestimó la gravedad de la crisis, pero siempre teniendo en cuenta los datos de los que se disponía en aquel momento: “al comienzo de la epidemia se produjo una entrada de casos mayor de los que el sistema detectó”. La segunda oleada del estudio de seroprevalencia que lleva a cabo el Instituto de Salud Carlos III ha confirmado los dos principales resultados obtenidos en la primera oleada, que el 5,2% (antes el 5%) de la población española ha estado en contacto con el coronavirus y que un tercio de los infectados son asintomáticos, es decir, pese a estar contagiados es muy poco probable que acudan a un centro de salud.

El Ibex 35 cierra la quinta mejor semana de su historia tras subir casi un 11%.

6 de junio de 2020

El Gobierno tutelará a las Comunidades Autónomas, mantendrá muchas restricciones y fija multas por no llevar mascarilla tras la alarma. Las CCAA que entran en la Fase 3 permitirán viajar entre las provincias de su comunidad, excepto Extremadura, debido a varios brotes en algunas localidades. Finaliza el luto oficial por las víctimas.

7 de junio de 2020

Según el Ministro de Sanidad “visto lo visto, todos hemos llegado tarde a esto”. En muchos países y ciudades del mundo se alzan voces con manifestaciones multitudinarias contra el racismo, recordando la muerte de George Floyd en Minneapolis.

Sigue el baile de cifras de muertes, lo que dificulta el análisis de la evolución de la pandemia en nuestro país. El número de contagiados es de 241.550 y el de fallecidos 27.136, 72 en los últimos siete días.

8 de junio de 2020

Hacía tiempo que no salía el tema del Rey emérito. Ahora, la Fiscalía del Supremo investiga al Rey Juan Carlos por fraude fiscal y blanqueo por las comisiones del AVE a la Meca. Creo que este caso va a traer cola y no es ninguna ayuda para la Monarquía en España. Además, hay muchas voces críticas sobre el papel de Felipe VI durante la pandemia. Algunos ya se están frotando las manos y esperando tiempos mejores para retomar el debate monarquía versus república. También hacía tiempo que no salía la cuestión catalana: la Fiscalía rebaja la petición para Trapero a 10 años por sedición y abre la puerta a una condena sin cárcel por desobediencia. Ambos temas sirven para que la extrema derecha y la derecha extrema extremen sus críticas al Gobierno (como ejemplo, el titular de ABC: Delgado impone a la fiscalía del estado servir al Gobierno). Ya se dijo en su momento que el nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado iba a traer cola: ya está aquí.

El Banco de España prevé una caída de hasta el 15% del PIB este año y un paro que puede alcanzar el 23,6%.

Sanidad no registra ningún muerto por coronavirus en las últimas 24 horas, Madrid concentra 31 de los 56 fallecidos en una semana y el número de contagios diarios por coronavirus se reduce hasta 48 (frente a los 102 del domingo y los 164 del sábado). Fernando Simón advirtió, sin embargo, que las cifras que ofrecen las Comunidades Autónomas son diferentes, notificando algunas muertes, pero la cifra global se actualizará cuando todas las comunidades se pongan al día con el nuevo sistema de datos que empezó a funcionar el 11 de mayo. Además, ha destacado la buena evolución de los casos que derivan en enfermedad, ya que, «en el último mes, entre un tercio y el 40% de los casos que se han ido notificado eran asintomáticos».

España sigue ocupando la tercera posición en la lista de países con mayor número de casos confirmados (241.717), por detrás de Rusia (476.658) y Reino Unido (286.194). En cuarto lugar figura Italia (234.998) y en quinto, Alemania (184.193).

9 de junio de 2020

Parece que Sánchez consolida una nueva mayoría con PNV y Cs en el Congreso pactando el decreto de la nueva normalidad, aunque el presidente busca que el PP también apoye ese decreto. Entre otras cosas, la nueva normalidad establecerá la obligatoriedad de las mascarillas hasta que haya una vacuna, a partir del día 21 será posible circular con libertad por todo el país, la distancia mínima de seguridad se acorta a metro y medio, los centros de salud deberán hacer pruebas PCR a todos los casos sospechosos, etc.

La ministra de economía, Calviño, se perfila como favorita para presidir el Eurogrupo. Pedro Sánchez ya debería ir buscando sustituta o sustituto.

La juez del 8-M acusa al Gobierno de entorpecer las investigaciones, mientras Fiscalía y Abogacía del Estado quieren que se dé carpetazo la denuncia.

Muere Pau Donés, después de cinco años de lucha contra el cáncer, dejándonos un buen puñado de canciones llenas de alegría y esperanza, sobre todo las últimas, cuando ya sabia que no le quedaba mucho tiempo de vida. Un ejemplo a seguir. Entierro multitudinario de George Floyd en Houston.

Los periódicos cada vez hablan menos del número de muertos y fallecidos por el coronavirus, lo que es buena señal. Sin embargo, estamos a la espera de que el Ministerio de Sanidad actualice los datos que lleguen de las Comunidades Autónomas.

10 de junio de 2020

Por primera vez en mucho tiempo, casi no lo recuerdo, el Congreso aprueba una propuesta del Gobierno sin ningún voto en contra: el ingreso mínimo vital. Vox fue el único partido que no votó a favor, sino que se abstuvo.

El delegado del gobierno declara ante la juez del 8M que “no había ningún elemento para prohibir un derecho fundamental”.

Sanidad notifica 167 contagios en la últimas 24 horas y 40 fallecidos en la ultima semana, pero hubo un brote de Covid-19 en el hospital de Basurto, que deja un fallecido y 25 contagiados.

La vuelta al colegio en septiembre, si no hay cambios en la evolución de la pandemia: 20 alumnos por aula y sin mascarilla y sin distancias hasta 4º de Primaria. Esa será una de las propuestas que Isabel Celáa intentará pactar con las Comunidades Autónomas.

Feijoo quiere dejar sin efecto el estado de alarma el próximo lunes. Propondrá adelantar el final de la fase 3 en Galicia. Queda en el aire qué pasaría con la movilidad entre comunidades.

11 de junio de 2020

Corpus Christi en Sevilla, se espera desbandada de Sevillanos camino de las playas. Lo único que puede impedirlo es el tiempo, que ha refrescado bastante. Nosotros hemos decidido no viajar a Rota hasta la semana que viene.

Da la impresión de que las noticias sobre el número de contagios y de fallecidos por el coronavirus está pasando a un segundo plano en nuestro país. Ahora son ya los estragos económicos debidos a la pandemia y las broncas disputas políticas lo que reclama la atención en los medios de comunicación. O sea, vuelta a la normalidad. Y esta no es la “nueva normalidad”, sino la antigua, la rancia, la triste normalidad. Aunque ya la echábamos de menos, también queremos que se baje el nivel de crispación.

Los periódicos, dependiendo del color político con el que se identifican, destacan noticias diversas: desde que el PP europeo exige duros controles a España por las ayudas de la UE, pasando por la agonía del turismo en nuestro país mientras la UE abre sus fronteras o que Iglesias redacta un plan para nacionalizar las residencias.

El número semanal de muertos sigue bajando, aunque el Ministerio de Sanidad no informa de la cifra total hasta que las Comunidades Autónomas terminen de revisar los datos, lo que todavía puede tardar algún tiempo.

Otra muerte de un personaje conocido más que añadir a las que se han producido estas últimas semanas; ahora ha sido Rosa María Sardá, a los 78 años, una de las actrices que más nos ha hecho reír en los últimos tiempos, con una gran personalidad y fuerza.

Primer partido de la Liga desde hace meses: el derbi sevillano. Gana el Sevilla por 2-0.

12 de junio de 2020

El Ministerio de Sanidad ha dado a conocer cómo quedará el mapa de la desescalada a partir del próximo lunes. Galicia será la primera comunidad de España que quedará fuera del Estado de Alarma y será la Xunta quien decidirá los detalles de las medidas que regirán en la nueva normalidad. Además, el resto de España, excepto siete territorios en Cataluña, Madrid y Castilla y León, estarán el lunes en fase 3. La movilidad será libre a partir del próximo 22 de junio, cuando finalice el Estado de Alarma.

La jueza del 8M archiva la causa contra el delegado del Gobierno en Madrid al no ver indicio de delito; concluye que José Manuel Franco «no tuvo un conocimiento cierto, objetivo y técnico del riesgo».

El número de fallecimientos sigue estancado en 27.136, con más de 243.000 contagiados, 155 en las últimas 24 horas, mientras que en la última semana se han notificado 25 fallecidos. Fernando Simón se ha convertido en un personaje que, aunque con algunos detractores, ha generado muchas simpatías. Por eso pide que se done a una ONG «un pequeño porcentaje» de las ganancias de las camisetas con su imagen. Gran personaje y gran persona.

Y aquí termina, por ahora, este Diario. Espero que no tenga que retomarlo debido a un empeoramiento de la pandemia. Si somos responsables, podemos conseguirlo.


Vale